En los últimos años, hemos presenciado intensos y coordinados ataques a los derechos reproductivos de las mujeres y de las personas LGBTI. Estos derechos, que han sido conquistados gracias a las luchas feministas, se encuentran actualmente en peligro. Hemos asistido a un aumento sin precedentes de la violencia machista, incluyendo agresiones físicas contra las mujeres, el movimiento feminista y las feministas.
Estos ataques son perpetrados por gobiernos patriarcales y misóginos y por redes de conservadores fundamentalistas de extrema derecha en Europa y alrededor del mundo. El objetivo de esta creciente extrema derecha en todo el mundo, incluyendo a líderes mundiales machistas como Vladimir Putin, Donald Trump, Narendra Modi, Victor Orban y Jair Bolsonaro, es controlar los cuerpos y las capacidades reproductivas de las mujeres y de las personas LGBTI. Esto es parte de una estrategia más amplia para centralizar y fortalecer el control estatal y social sobre la vida de las mujeres. Todo al servicio de un poder reaccionario que odia a las mujeres, rechaza a lxs refugiadxs, maltrata a lxs detenidxs y discrimina en líneas de género, raza, sexualidad, religión y condición social. Un poder que impone a las mujeres una división sexual del trabajo que las reduce a un papel subordinado de meras reproductoras.
Estos ataques refuerzan las jerarquías de género, pero también las de raza y clase, ya que las limitaciones en el acceso a la salud reproductiva, incluida la posibilidad de interrumpir o llevar a término un embarazo, afectan de manera desproporcionada:
En varios países, la prohibición del aborto coexiste con políticas racistas. Políticas que atentan sistemáticamente contra los cuerpos y los derechos reproductivos de las mujeres racializadas: esterilización forzada, anticoncepción forzada, violencia obstétrica. El Estado se reserva el derecho de decidir a quién se le permite o se le obliga a reproducirse, hasta qué punto y con qué finalidad.
En la Rusia de Putin, hay políticas que incitan a las mujeres a adherir a los llamados "valores tradicionales" del "mundo ruso" para producir más carne de cañón para sus proyectos militaristas. En países como Polonia, Hungría, Eslovaquia y varios estados de Estados Unidos, el derecho al aborto está severamente restringido o prohibido por completo. Mientras los feminicidios y la violencia contra las mujeres y las personas LGBTI han alcanzado niveles sin precedentes en todo el mundo, muchos de estos países también se han negado a ratificar o a aplicar el Convenio de Estambul (2011) del Consejo de Europa sobre la prevención y la lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica.
La guerra en Ucrania nos ha hecho ver algunas de las formas más brutales de este ataque total. Los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTI conquistados por las feministas en Ucrania son avanzados por la propaganda rusa como uno de los pretextos para justificar la invasión rusa. Las tropas rusas utilizan masivamente las violaciones de guerra como estrategia para someter al pueblo ucraniano. Muchas de las refugiadas ucranianas, víctimas de las violaciones de guerra, que se enfrentan a embarazos no deseados no pueden acceder a un aborto seguro y legal en Polonia o en los países vecinos, donde el aborto está penalizado e incluso las píldoras abortivas están siendo ilegalizadas.
Estos ataques no quedan sin respuesta. En Estados Unidos, Brasil, Polonia y Rusia, las feministas se están organizando y resistiendo colectivamente contra el poder patriarcal-supremacista-neoliberal y por el derecho de todas las mujeres y personas LGBTI a retomar el control sobre sus propios cuerpos y vidas. Feministas de todo el mundo se solidarizan con las feministas en lucha.
En los últimos años, las luchas ejemplares de las feministas contra el sexismo, el racismo, las políticas reaccionarias, el militarismo y la guerra han llevado, con razón, al reconocimiento del movimiento feminista como la vanguardia de la resistencia popular, como el movimiento que lucha en primera línea contra las políticas reaccionarias, antidemocráticas, corruptas y liberticidas de nuestros gobiernos. Nos inspiran las luchas que irrumpen en el centro de la política, como la marcha estadounidense contra la toma de posesión de Donald Trump, las feministas chilenas que ayudaron derrotar al candidato presidencial de extrema derecha José Antonio Kast y las mujeres polacas que organizaron concentraciones masivas en todos los rincones de Polonia para protestar contra la ley antiaborto e infundir miedo al establishment conservador. Hoy nos inspira especialmente la resistencia, armada o no, de las mujeres ucranianas y su resistencia frente a la guerra, así como el movimiento anti-guerra de las feministas rusas, que son la principal fuerza de oposición en Rusia.
Es hora de reaccionar juntas y a gran escala. Ya no basta con organizar respuestas y manifestaciones nacionales. El enemigo es internacional y está creando alianzas que van más allá de las fronteras nacionales. Es hora de acelerar el ímpetu de un gran movimiento feminista transnacional para defender los derechos de todas las mujeres y de las personas LGBTI en todo el mundo, independientemente de su raza, clase, religión o nacionalidad. Es hora de tomar la iniciativa de crear amplias alianzas contra la ultraderecha reaccionaria, misógina y racista en todo el mundo.
Así que unámonos, coordinémonos y actuemos a nivel internacional. Luchemos para recuperar el control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Como primer paso, con motivo del 28 de septiembre, día de acción global por un aborto legal y seguro, llamamos a las feministas de todo el mundo a expresar su solidaridad con las mujeres ucranianas y polacas movilizadas en defensa del aborto y los derechos reproductivos
#AgainstAbortionBacklash